Los cascos de los caballos apenas pisan la arena húmeda. Galopan a velocidad de vértigo. Cumplen la tradición que muchos de sus antepasados, de ascendencia andaluza, vienen superando con honores desde el s. XIX.
Ponen todo el empeño en llevar a sus jinetes hacia la victoria y son la razón de ser de una competición de fama mundial que merece la consideración de fiesta de interés turístico internacional. Es una de las pruebas de equitación con más tradición de toda Europa y cuenta con una auténtica legión de admiradores: más de treinta mil al año.
Un espectáculo que, en pleno agosto, ofrece un aliciente al atractivo paisaje de las playas de Bajo Guía y Las Piletas. Para que puedan celebrarse hay que cumplir el tradicional ritual de esperar a que las mareas den su permiso al atardecer. En torno al histórico hipódromo, pequeñas casetas multicolores hechas de todo tipo de materiales se adueñan de la arena. Compiten en originalidad por atraer la atención de los visitantes y captar sus apuestas deportivas. Cualquier moneda es bien recibida, ellos mismos firman un recibo y, entonces, sólo hay que esperar para reclamar el premio.